Abandonada y perdida

Sus ojos dejaron de mirarme, me siento bien. Perdí su atención y no puedo explicar la felicidad que me da que ya no me mire con tanta pasión, con tanta vehemencia, como diciendo: volveré por ti una y mil veces. Ya no, estoy liberado de ella y sus vueltas infinitas, embustera, asesina de almas.
Estaba hace tiempo sentado en mi cama, pensando en la vida, abstrayéndome de mi mismo, y pensaba, y pensaba... Pensaba como decirle para que se aleje de mi, quería saber cómo hacerlo pero imposible: llegaban ayudas de todos lados, consejos, cosas interesantes, cosas inválidas, pero nada funcionaba. Recuerdo que pensé en escribirle una carta, en mirarla a los ojos y decirle, léemela en voz alta. Después dije que sería inoportuno y bastante impersonal.
En otra ocasión me dije a mi mismo: "es hora de enfrentarla cara a cara y obligarla a que se vaya, aunque sea a la fuerza". Me planté frente a frente, nos miramos, cruzamos miradas intensamente. Agarré su mano izquierda, atine a abrir la boca y ella se anticipó diciéndome:
-Jamás voy a dejarte- su voz se quebraba -. Jamás voy a hacerlo, no tengo motivos para hacerlo, cuando me des un motivo para irme de al lado tuyo, lo haré.
-Pe... pero
-No se diga más- sentenció, dio media vuelta y se fue.
"¿Qué hago?" pensaba... nada, no se caiga una idea ni verde.
Me fui resignado a la cama, sería una noche más, pensando en ella. Pensar, pensar, pensar, la cabeza me iba a explotar si no paraba, las noches eran eternas, los días los pasaba durmiendo. "¿Cómo me la saco de encima? ¿La mato? ¿Me escapo? ¿Se la doy a otra persona?
Afrontar contra mi ser esta batalla era una tarea titánica, pero estaba convencido de hacerla. La guerra no estaba perdida, ni lo está. Quedan muchas batallas por vencer. Pero a la que me hacía sufrir mi verdad la vencí: la dejé sin argumentos para estar al lado mío.
Dejé de hablar de ella y desapareció, la ignoré y se alejó. La indiferencia la mata.
Vencer a la soledad es una batalla dura, pero el vencedor es aquel que no cae en la desesperación, allí ella gana seguro. Nadie puede vencer a la soledad acompañándose de cualquier ser que lo "rodee", sino que la combate aprendiendo a vivir con uno mismo. Encontrándose a si mismo, el ser encuentra (casi automáticamente) alguien que lo acompañe de verdad.

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