El extraño

Era un chiste de mal gusto. Ya no servía para romper el hielo como antiguamente, en su adolescencia, lo solía hacer. Pero ya no había vuelta atrás, sus palabras lo habían dejado al desnudo y su rostro no dejaba de mostrar impaciencia. El sudor empezaba a caer en su cara. Los ojos buscaban aunque sea un atisbo de sonrisa cómplice en el ambiente. Nadie reía, nadie hacia una mueca. El aire se tornaba frío y su cabeza no hacía más que taladrar. Taladrábase a sí misma. Ya no pensaba, solo respiraba. La respiración se tornaba repetitiva y frenética, parecía una embarazada a punto de parir. El silencio enfriaba cada vez más el aire.
Alguien habló.
¿El mundo dejó de dar vueltas? Tal vez no, pero para él si. Se creía salvado, aunque por dentro sentía una marca similar a la que llevan las vacas cuando el ganadero se las apropia.
Nadie le prestaba ya atención, volvía a ser un cero a la izquierda en aquella "reunión de la 'alta sociedad'"... El mundo era nuevo, descubría cada significado minuto a minuto, las paredes temblaban trazos a cada paso que daba, no estaba seguro, no era su zona de confort. El miedo le apasionaba, no tanto como cuando joven se trepaba al techo de su casa en busca de una panorámica de aquel verde arrabal, pero de seguro que le daba esa adrenalina necesaria para empezar una nueva aventura, en un jungla nunca antes visitada.
Su lugar fue siempre lo común, el chiste fácil y rápido, las leves emanaciones de consumo limitado, el refrío por la mañana y el calor molesto por la tarde, la humedad en las paredes y el cielo raso ajado por los años. El verde escarchado de las mañanas y el olor al pino del fondo de la casa le daban los aires de seguridad para seguir con su vida, tranquila y liberada. Pero hoy era uno más, o peor, era ESE, el bicho raro, ¿quién lo había dejado entrar? ¿qué hacía ahí? Nadie, y nada. Solo estaba.
Estar. Ser.
-Señor, ¿se le ofrece una copa?- dijo la voz en su espalda,
Nadie contestó.
-Señor, disculpe, ¿desea algo de beber?- repitió la voz con un tono más vehemente.
-¿Eh?¿Qué? Disculpame loco, no te escuché. ¿Puede ser una rubia?
-No tenemos cervezas señor.
-Está bien, no te hagas drama- Y agarró un vaso del totin que estaba más a mano, sin saber que era el vino más caro que alguna vez haya probado.
Su cabeza se extraña, y extraña. Extraña... el verde de su vieja casa, la tranquilidad de la juventud: una eterna añoralgia que lo mantiene atrapado en un paso recurrente. No logra romper sus cadenas. Pero ese lugar tampoco ayudaba. Había algo extraño ahí, algo fuera de lo común para un ámbito tan burgués como este, quizás fuera era aire enrarecido, pero no, estaba seguro de que algo no cuadraba (además de él).
A paso lento continuó su marcha por la estancia, la ansiedad lo bloqueaba, se volvía ciego, el olfato era su única guía. Tanteando una puerta entreabierta, se avalanzó y ahí estaba... un poco de aire fresco entre tanto hedor de alta suciedad. Una bocanada de eucalipto a la vera del riachuelo. Sabrán de que les hablo, no hara falta que les diga qué encontró.

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